Media hora después de colgar mi móvil le dejo posado encima de mi mesa donde
descansan infinidad de apuntes y lápices desordenados, que "posiblemente" cuando
termine de cenar los recoja, o muchos de ellos terminaré por tirar, ya que los
llevaba acumulando desde hace semanas y empezarían a ser un gran estorbo para mi
madre. Y... hablando del rey de Roma ¿quién si no iva a parar justamente a la
puerta de mi habitación? Esto ya me estaba oliendo a chamusquina; recuerdo que
la razón por la que mi madre entró ami cuarto por última vez ¡y sin permiso!,
fue cuando yo tenía doce años y medio para darme una de esas charlas educativas
madre e hija sobre la adolescencia, la edad del pavo, y cómo no, los chicos. La
verdad es que ese temita se le podría aver ahorrado. Supe que ese día, por tarde
o temprano que fuese, surgiria. ¿A qué clase de niña le gusta qie una madre tan
pirada como la mía, te soltara ese rollo del... "no te fíes de los chicos, por
muy guapos que sean las apariencias engañan, son todos iguales, todavía eres muy
jóven, ya experimentarás algún día lo que tu madre hizo en su más tierna
adolescencia, ¡porsupuestísimo, con cabeza y edad considerables! Por el momento,
céntrate en los estudios y no permitas que nada ni nadie te
desconcentre.
Quizá muchos chicos sean iguales, y no me refiero literalmente,
si no por el hecho de que la inmensa mayoría de todos ellos, son unos memos, y
sólo piensan en ellos mismos, y... bueno, lo que pretendía asimilar, es que mi
Fabio no se compara con ninguno de esos niñatos. Partiendo de su pésima forma de
peinarse, que en muchas ocasiones lo encuentro muy cómico porque de vez en
cuando veía que iba sin afeitar y daba la impresión de que se había limitado a
peinarse los rizos castaños con los dedos, si es que lo había hecho. De nuevo me
sentía fascinada al contemplarle; de hecho, creo que pocas veces lo había visto
sumamente arreglado como para un chico jóven y atractivo de su
edad.
-Hola mamá, ¿querias
algo en especial, te puedo ayudar en algo?
-Hummm...
bueeeeno- Un bueno muy largo me pareció. Me pregunto que se traería entre manos
esta vez.
-Vengo a robarte un poco de tu tiempo libre, ¿te importaría
sentarte a hablar a solas con tu madre?
-¿De qué se trata?- Madre mía, como
sea lo que me estoy imaginando... no, no y no. (Se avecima un a tormenta de mil
demonios)
-Digamos que últimamente te hemos oímos hablar mucho de Fabio, y tu
padre y yo hemos decidido tomar medidas. Es decir, que teníamos que tener en
cuanta también nuestras propias opiniones, así estamos a la par, ¿te parece
bien?
-Adelante, dispara- la aseguré muy convencida.
-Tu padre piensa que
tú y tu novio lo habeis hecho- dijo con total fluidez y soltura.- Y aunque no
fuese el caso, ruega que tomes todas las posibles precauciones.- me espetó y
luego mostró una de esas sonrisas pícaras y amigables, que deseabas que algún
día desapareciese por completo.
-¡¿Enserio?! ¡No me lo puedo creer! ¡Mamá,
pero yo pensé que este asunto lo habíamos dado ya por zangado.- la grité
molesta. No quería seguir oyendo más, así que me levante de la cama lo más
rápido que pudieron mis piernas.
-¡Shhh! No grites, que tu padre nos va a oír
y se va a pensar que estamos discutiendo, ya sabes cómo se le avinagra la
sangre.
-Te escucho.- la aseguré
-Cariño, ambos queremos lo mejor para tí,
y tu salud, al igual que a tu hermano, nos preocupamos... Y a parte, ya sabes
cómo es tu padre; en cuanto se entera de en la vida de su niña hay más de un
hombre que no sea él, vamos mal.- No he podido si quiera evitar imaginarme una
de esas películas americanas en la cual el novio de la hija del padre, le
asegura a su progenitor que la protegerá ante todo, pero luego el padre le
ignora, con un "no" rotundo y empieza a apalearlo. ¿Qué pensará mi padre cuando
Fabio pise su casa por primera vez?, posiblemente me espere lo mejor.- Y por esa
misma razón me ha envíado en busca de cotilleos de tu vida amorosa.
-Si,
supongo que lo entiendo, es normal que los padres se preocupen tanto por sus
hijas... ¡Ni que le interesase también cuando me viene la regla!
-Miriam,
cielito mío, dime sólo sí o no.- me preguntó desesperada
-No. No mamá, y
sabes que si ocurriese te lo diría. Todo te lo cuento, ¿o acaso
dudabas?
-Bueno, pero prométeme otra vez, que siempre nos lo contaremos todo,
todito.- me insistió
-Pues claro mamá, y anda no seas tan pesada, que yo te
quiero un montón...
-Aunque sé que en el fondo nunca me cuentas lo que
realmente sabes que espero oír de tí.
-Pues... todo, todo no. Es más, todo el
mundo tiene esos secretos que no quiere que nadie se los arrebate para que dejen
de ser lo que esa persona a creído conveniente y por protegerlo.
-Muy bien,
pues eso era todo, y ya sabes, ante todo la prevención.-Suspiré, ¿por qué clase
de tonta me había me tomaba esa mujer? ¿es que no veía suficientemente claro que
tiene una hija de diecisiete años casi dieciocho, que va a aprobar la
selectividad, y que ya casi es una mujer adulta como ella?
-Marisa, por si te
es de utilidad, en mi clase sólo somos dos de las 15 chicas que hay entoda la
clase que todavía no han mantenido relaciones sexuales, las demás, todas toman
ya la píldora.
-Eehh... si, perfecto, pues que la suerte las acompañe, y que
las baya muy bien. Y te repito, jovencita, que la única que realmente me
preocupa eres tú, ¡no las demás!- me gruñó a la cara con todo ese descaro de
bruja.
-Adiooos, mamá...
-¡Miriam!- se me quedó enbobada
-Yo también te
quieeeero.- la aseguré graciosa, tumbada en la cama mostrándola que ya no quería
saber nada más de ella, ni de sus absurdas charlas educativas.
-Hasta
luego... Voi a preparar la cena, y para que lo sépas, dejaré la puerta cerrada
de la cocina, así que dile a Mario que en diez minutos os quiero quí abajo a los
dos para preparar la mesa, que hoy hago pescado al horno. Ya sabes que esta
noche tu padre y yo salimoos a dar una vuelta y recodar pasados instructivos y
jeniales.- dijo soñadora; hasta noté que la brillaban los ojos color almendra,
de emoción.- Ya le diré a tu hermano que mañana le quiero ver de vuelta a las
cinco de la tarde como muy pronto aquí, que como está hoy de cumpleaños en casa
de Jairo y se quedará a dormir, pues prefiero que venga pronto para que acabe
los deberes que no le dio la gana de hacer hoy por su vangancia que tiene, de
ahí los genes de su madre.- dijo con un tono de voz un poco triste y
melancólica.
-¿Quieres decir que hoy me quedo sola?- la mostré mi mejor
sonrisa de oreja a oreja.
-Sí.- dijo no muy convencida.
-Jenial, bueno,
pues vete a hacer la cena, que luego no te da tiempo a arreglarte cuando papá ya
está en la puerta con las llaves en la mano. Y, tranquila, en diez minutos llamo
a Mario.- Mi madre me miró de reojo un poco extrañada, como antes en nuestra
conversación. Quizá pensó: ¿quién a cambiado a esta hija mía? Un androide, puede
ser. Afirmó para sí, luego abrió la boca para reponderme, pero parece que no la
salieron las palabras de la boca, más tarde alfó un ceja con soslayo, miró la
puerta, se giró y tan decidida como siempre bajó las escaleras hacia la cocina
sin decir una palabra. Acto seguido me veía a mí misma parada ante la puerta
pensando en qué nubes se abría quedado pinada mi madre y asus pensamientos; me
moría de ganas por saber lo que tenía que decirme, pero está claro que no se lo
preguntaría. Es una de sus manías, quedarse mirándote unos largos y aburridos
instantes para luego, ni dignarse a hablarte.
-Vale, pueeees, yo me voi a...-
De repente un "zum" me despertó de mi parálisis y me recordó que ese zumbido
probenía de mi portátil; me había dejado abierto el messenger, de la emoción por
hablar con mi madre. ¡Oh!
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¡Mierda, estoy tan terriblemente enamorada de tí, que es como si hubieran volcado en mi interior una lata de gasolina, y la hubieran prendido fuego!